Preparar el reciclaje
Desde hace ya algunos años, la idea de reciclar los
productos una vez concluida su vida útil ha venido cobrando fuerza dentro del
amplio ámbito de la sostenibilidad como forma de preservar el planeta. Sin
embargo, más recientemente se ha incorporado una nueva noción —aún se encuentra
en fase inicial— en la conocida secuencia “reducir, reciclar y reutilizar”. Se
trata del preciclaje, un concepto que consiste en pensar de forma anticipada en
el uso de los recursos, la generación de residuos y el impacto ambiental que
implican la producción o el uso de un determinado artículo.
Referido al consumidor final, preciclar significa tomar
decisiones al momento de comprar un producto, seleccionando entre la oferta del
mercado aquellos que requieren menor procesamiento para su fabricación. Por
ejemplo, elegir una fruta desprovista de los contaminantes envoltorios en los
cuales suelen presentarse o una botella de agua envasada en vidrio en lugar de
la que viene envasada en plástico, material completamente perjudicial para el
ambiente.
Asociado al ámbito empresarial, implica la
incorporación de políticas productivas más limpias que privilegian la reducción
de residuos en el origen y el aprovechamiento adecuado de recursos. Como es de
suponer, éste es el entorno clave donde es posible desarrollar procesos capaces
de producir impactos favorables sobre la sostenibilidad, tema que cada día
cobra mayor importancia en razón de la creciente toma de “consciencia verde” de
los consumidores.
Actualmente son pocas las empresas que aplican de
forma consistente la noción de preciclaje, todas ellas empaquetadoras de
productos y productoras de embalajes y materiales para empaquetar. Ello se
explica en buena medida por la difusión que ha tenido la idea de que embalaje y
sostenibilidad están inevitablemente ligados, la cual cobra una importancia
primordial en esta época de auge del comercio electrónico, toda vez que implica
mayor necesidad de empaquetar productos y por lo tanto más cantidad de desechos.
Por ejemplo, La Comisión Europea revisó recientemente las metas de reciclaje de
su "Paquete para la Economía Circular", con la adopción de una meta
común para toda la Unión Europea: que para el 2030, el 75% de los desechos del
empaquetado sean reciclados, por lo que los negocios con importantes
operaciones de empaquetado deben actuar ahora para evitar ser considerados como
dañinos al ambiente, y para asegurarse la posibilidad de probar sus
credenciales en sostenibilidad.
Ello implica que esas empresas tendrán que asumir
una visión holística de sus procesos operativos y del logro de sus metas, para
lo cual requerirán evaluar cómo la escogencia del empaquetado impactará su
negocio a lo largo de toda la cadena de abastecimiento hasta que se biodegrade,
y no solamente cómo será reciclado después de usado. En el desempeño de esa
función, la empresa transnacional de empaquetado Sealed Air, según comenta su
presidente de Cuidado de Productos, Ken Chrisman, ha dedicado años a educar a
sus clientes y al mercado, sobre el hecho de que la sostenibilidad no se
refiere solamente al reciclaje, sino también a ser más creativos en cada paso
de la operación de la cadena de abastecimiento, estableciendo objetivos de
sostenibilidad que puedan ser cumplidos mucho antes de que cualquier paquete
sea reciclado. Es decir, llevan años promoviendo el preciclaje.
Pensar por anticipado los procesos y hacerlo de
manera holística son parte de la economía circular, una nueva forma de concebir
el desarrollo económico cuyo modelo es el funcionamiento de la naturaleza. Noción
clave para el logro de la sostenibilidad que muestra con toda claridad una ruta
donde las empresas tendrán que aprender a armonizar los intereses de sus
negocios con la necesidad de preservar los recursos naturales para las
generaciones futuras. Sólo así seguirán vendiendo sus productos en un escenario
donde la “consciencia verde” se extiende cada vez más.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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