¿Energías renovables con Trump?
La alarma de la
comunidad científica y gran parte de la sociedad mundial por las opiniones negadoras
del cambio climático de Trump, ha comenzado a materializarse. Al menos así lo
indican los recientes nombramientos que realizó en posiciones claves
relacionadas con las políticas y regulaciones de la Administración Obama
dirigidas a enfrentarlo.
Para ocupar el
cargo de director de la Agencia Estadounidense de Protección Ambiental (EPA,
por sus siglas en inglés) designó al Fiscal General de Oklahoma, Scott Pruitt,
descrito por el equipo de Trump como “un
líder nacional para (enfrentar) la guerra contra el carbón de la EPA”, reconocimiento
que se sustenta en las trece demandas judiciales contra la EPA en las que
Pruitt ha intervenido. Para Secretario de Energía nombró a Rick Perry, exgobernador
de Texas vinculado al sector petrolero, quien en el pasado defendió acabar con
el departamento que ahora dirigirá y demandó a la EPA a fin de bloquear sus
esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Para
dirigir el Departamento del Interior ─ente que supervisa las perforaciones y extracciones
mineras en terrenos públicos─,
designó al representante republicano por Montana, Ryan Zinke, quien si bien en
2008 estuvo a favor de legislar en contra de la amenaza del cambio climático,
en 2015 ─cuando el
departamento dio a conocer una regulación que imponía nuevos límites a la
exploración de carbón mineral, petróleo y gas naturales en terrenos federales─, acusó a la administración de Obama de llevar a cabo
una “agenda destructora de empleos y enemiga de la energía”.
Por si tales
nombramientos fueran poco, designó como Secretario de Estado a Rex Tillerson,
presidente de la Exxon Mobil ─principal petrolera global─, un ingeniero
civil que fue escalando posiciones en esa empresa desde 1975, cuando ingreso luego
de graduarse.
No obstante, y a
pesar de la amenaza asociada a esas designaciones, es posible sostener una
actitud menos pesimista si se consideran algunas otras variables, entre las que
se cuentan incluso el desconocimiento real sobre las verdaderas posiciones de
Trump respecto a muchos temas y las contradicciones en las que incurre con
demasiada frecuencia.
Por ejemplo, gran
parte de la política energética de los Estados Unidos se decide en las
gobernaciones y alcaldías y se ejecuta por medio de empresas privadas, y es en
ese nivel de la administración donde la creciente presión ciudadana a favor de
las medidas contra el cambio climático se expresa con mayor fuerza, produciendo
impactos más notorios.
Además, los
costos de las energías del viento y del sol han descendido drásticamente en los
años recientes, haciéndolas competitivas en muchos mercados. Las siguientes
estimaciones de la agencia calificadora de riesgos Bloomberg, hablan por sí
mismas: en las planicies de Texas las nuevas granjas eólicas pueden ser construidas
por tan sólo $22 el megavatio-hora de generación eléctrica, y en los desiertos
de Arizona y Nevada, los proyectos solares cuestan menos de $40 el
megavatio-hora, cuando los costos promedio para el país son de $52 para las
plantas de gas natural y $65 para las de carbón.
Otra
consideración de peso es que las industrias de la energía solar y eólica
emplean más de 300.000 personas en Estados Unidos, cinco veces más que el
carbón; de manera que si Trump quiere regresar empleo a las áreas carboníferas
rurales, la forma más segura es con energía limpia, sobre todo por la
referencia que representan las experiencias exitosas de muchas zonas agrícolas,
como lo muestran las palabras de Tom Kierman, gerente general de la Asociación
Americana de la Energía del Viento: "Estamos poniendo dinero seguro en los
bolsillos de los agricultores que permiten que las turbinas se instalen en sus
tierras, manteniendo la granja en la familia y la familia en la granja".
Todo ello podría implicar
que la condición de hombre de negocios de Trump lo incline a evaluar las
crecientes oportunidades de ganancias que existen en intentar un crecimiento
económico sostenible. Además, como lo ha afirmado Debbie Dooley, quien es parte
de su equipo de asesores, la energía renovable puede suponer la eliminación de
la dependencia energética de los Estados Unidos con respecto a los países
productores de petróleo, además de ayudar a la seguridad nacional por su
carácter descentralizado, muy difícil de sabotear.
No parece
descabellado presumir entonces que las energías renovables podrían florecer
durante la administración Trump, solo que el mensaje se sustentaría en la
escogencia del libre mercado y la seguridad nacional y no en la amenaza del
cambio climático.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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