Mensaje a la Asamblea Nacional
Usar el foro por
excelencia que es la AN para abordar temas que forman parte del debate global
actual, sería un logro político de suma trascendencia. Además de saldarse una
deuda con la sociedad venezolana, ahogada durante 17 años por una diatriba
política que ha cerrado el paso a cualquier idea o pensamiento de las que
circulan hoy día en el mundo civilizado, podrían iniciarse acciones dirigidas a
resolver los complejos desafíos que tenemos por delante para colocar al país y
a la sociedad entera en el siglo XXI, después de todos estos años sumidos en el
más absurdo de los atrasos.
Uno de esos temas es
el cambio climático y sus efectos sobre nuestra sobrevivencia en el planeta.
Por ello, una AN que nace dispuesta a impulsar el resurgir de la sociedad venezolana no debe abordar tan importante cuestión como parte
apenas de una comisión de trabajo —Comisión de Ambiente, Recursos Naturales y
Cambio Climático— cuyo sólo nombre es un indicador claro de la poca importancia
que se le atribuye. Mucho menos cuando sabemos que Venezuela deberá enfrentar, más temprano que tarde, la inevitable realidad de
verse obligada si no a sustituir la producción de petróleo —su único producto
de exportación hoy día— al menos a adaptarse de forma adecuada a esa realidad
amenazante. Ejemplo de ello, que podría significar un verdadero colapso para
nuestra economía, es el riesgo real de que las reservas globales de petróleo se
conviertan en poco tiempo en activos perdidos, lo que ocurriría en razón de los
límites a las emisiones de CO2 a la atmósfera impuestos en la recién finalizada
Cumbre de París.
Pero más allá del tema petrolero, el cambio climático y las acciones
para frenarlo tendrán un impacto en nuestra vida en general. Ello implicará la
necesidad de introducir cambios en nuestro modelo de desarrollo mediante la
incorporación de la noción de desarrollo sostenible, la cual se sustenta en
avances científicos y tecnológicos que no sólo hacen posible complementar la
matriz energética actual con una alternativa renovable y limpia como las
energía eólica y solar, sino que también facilitan el logro de mejores niveles
de calidad de vida tanto en las ciudades como en el ámbito rural.
De allí nuestra
convicción de que la actual Comisión de Ambiente, Recursos Naturales y Cambio
Climático de la AN debería transformarse en una Comisión de Desarrollo
Sostenible, lo cual no es un simple cambio de nombre; sería una forma de reconceptuarla
a fin de modificar sus fundamentos para lograr una aproximación integrada e
integradora a un tema de tan profunda y creciente complejidad como el cambio
climático. Esta Comisión podría convertirse en la instancia de donde surjan,
además de un conjunto de criterios políticos y técnicos que crucen transversalmente
el desarrollo nacional, las estrategias y políticas que Venezuela tendrá que
asumir y desplegar internacionalmente, a los efectos de recuperar el respetable
papel que una vez tuvo.
Sería una herramienta efectiva para enfrentar la
amenaza del cambio climático con impactos favorables en numerosos ámbitos de
nuestra vida. Por ejemplo, en el sector energético apoyaría la reducción de la
dependencia petrolera promoviendo la implantación de energías alternativas para
apuntalar procesos diversificados y descentralizados de desarrollo,
sustentables económicamente en el tiempo porque no están sujetas a los típicos vaivenes
de precios de los mercados internacionales. Energías que además generan
numerosos empleos de calidad y resultan muy aceptables para la opinión pública
nacional e internacional.
Vale recordar que los
riesgos asociados al cambio climático son una oportunidad para construir
mejores condiciones de vida para todos los venezolanos. No la dejemos pasar.
Fernando
Travieso
Magaly
Irady
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