Geoingeniería: ¿una opción?
El foro de finales
de marzo pasado en Washington DC, Estados Unidos, sobre geoingeniería solar ─formas de alterar la intensidad de los rayos solares
que llegan a la Tierra, con el fin de contrarrestar el calentamiento
global─, reavivó la aguda polémica existente desde
hace ya algún tiempo sobre el desarrollo y aplicación de las tecnologías
conocidas como geoingeniería o ingeniería climática, dirigidas a manipular el
clima terrestre a fin de ofrecer soluciones para enfriar el planeta o para
reducir los niveles de CO2 de la atmósfera.
Esa interesante
reunión, efectuada en la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, tiene
lugar en una coyuntura particular cuando muchos científicos climáticos temen
que ya no sea posible limitar las emisiones de gases de efecto invernadero ─incluso
hay quienes creen que aunque los países
cumplieran los acuerdos de París, las temperaturas globales podrían elevarse
por encima de los 5°C para el 2100. En ese escenario de reservas e incertidumbre, irrumpen dos iniciativas
lideradas por investigadores de gran prestigio en el ámbito científico
estadounidense y mundial, las cuales se proponen, más que aplicar la
geoingeniería en sí, someter sus modelos a prueba en el mundo real para conocer
el comportamiento de los sistemas intervenidos.
Una de ellas ─dirigida por David Mitchell, profesor de física en el
Instituto de Investigaciones sobre el Desierto, de la Universidad de Nevada─ propone sembrar los cirros ─nubes altas con aspecto de filamentos largos y
delgados, compuestas de cristales de hielo─ con partículas de un polvo especial, esparcidas por
flotas de grandes drones que surcarían las nubes permanentemente. En
condiciones naturales, los diminutos cristales de hielo de los cirros atrapan
el calor como si se tratara de una manta, pero la siembra de polvo permitiría
contrarrestar el efecto de esas nubes ya que produciría cristales de hielo más
grandes de lo normal, creando círculos más delgados que se disipan más rápido. Según
Mitchell, “Eso permitirá que más radiación escape al espacio, enfriando la
Tierra”, lo cual parece ser avalado por un estudio independiente de la
Universidad de Yale, reseñado por la MIT
Tecnology Review, donde se plantea que si la experiencia pudiera hacerse en
una escala lo suficientemente grande, esa siembra de nubes reduciría la
temperatura global en 1,4°C,
cifra que es mayor que el calentamiento del planeta desde la Revolución
Industrial.
La otra iniciativa
está liderada por David Keith y Frank Keutsch, dos científicos del clima y
profesores de la Universidad de Harvard, quienes pretenden lanzar un globo a
gran altura desde un lugar de Tucson, Arizona, a comienzos de 2018. Se trata de
un proyecto que busca explorar las posibilidades y riesgos de una tecnología
conocida como Gestión de la Radiación Solar. La idea básica es que lanzando
ciertos materiales hacia la estratósfera se podría hacer retroceder más calor
hacia el espacio, imitando un fenómeno de enfriamiento natural que ocurre
después que los volcanes lanzan decenas de millones de toneladas de dióxido de
sulfuro hacia el cielo. El problema es que se desconocen los efectos
secundarios, pero también es cierto, como creen estos científicos, que las
mediciones directas producto de las experimentaciones permitirían comenzar a
conocerlos, ya que como afirma Keith, “La teoría por sí sola no te dice lo que
sucederá en la atmósfera".
No caben dudas de
que tal vez se necesiten décadas para aprender cuáles métodos de geoingeniería
podrían funcionar, si los efectos secundarios pueden ser minimizados, o si por
el contrario, son tecnologías demasiado peligrosas e irreversibles. Pero
también es cierto que se han incrementado las voces autorizadas que antes se
oponían a su uso y que ahora juzgan que más temprano que tarde será necesario
iniciar experimentos para evaluar formas de contrarrestar de manera directa el
calentamiento, toda vez que podrían requerirse en algún momento futuro, en cuyo
caso, mientras más las conozcamos, menores serán los riesgos.
Por ahora, el tenso
ambiente político que la Administración Trump ha generado con respecto al tema
del cambio climático, confiere un notable interés a las discusiones sobre el
tema ya que algunos consideran que el impulso que la Casa Blanca parece estar
dando a la geoingeniería tiene que ver justamente con su decisión de restar
financiación a las tecnologías de mitigación ya probadas, como las energías
eólica y solar, al tiempo que promueve la aplicación de métodos que permiten
seguir con las causas que calientan el planeta y hacer negocios con tecnologías
para enfriarlo. Todo ello, para seguir favoreciendo el uso de los combustibles
fósiles, cuyas empresas son sus grandes aliadas.
Interesante debate que
pone de manifiesto la difícil realidad que plantea el cambio climático, ante la
cual habrá inevitablemente que tomar decisiones. En opinión de Mitchell, “…la
necesidad de usar tecnologías de ingeniería climática podría estar llegando más
rápidamente de lo que nos estamos dando cuenta”.
Fernando
Travieso
Magaly
Irady
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