Las granjas urbanas se propagan exitosamente
La instalación de granjas agrícolas en las ciudades
es un proceso que no ha parado de crecer en años recientes. En algunos casos,
especialmente en los países desarrollados, estimulado por factores de preservación
ambiental, de sostenibilidad y por la búsqueda de una mejor calidad de los
alimentos; en otros, como en varios países en vías de desarrollo, impulsado por
la necesidad de incrementar la seguridad alimentaria.
A diferencia de los pequeños lotes y jardines
urbanos que existieron hasta hace poco, las granjas urbanas de hoy ocupan
espacios mucho más grandes y constituyen un valioso aporte para las ciudades ya
que, además de generar empleos contribuyen a reforzar vínculos en las
comunidades y a sanear espacios degradados, al tiempo que facilitan el acceso
de la población a productos frescos, a distancia peatonal. Una incorporación de
elementos verdes en lo urbano que, sin lugar a dudas, genera grandes beneficios
en numerosos aspectos y que comienza a ser vista como un motor potencial del
desarrollo económico, toda vez que desde hace menos de una década es posible
afirmar que por primera vez en la historia humana hay más personas que habitan
en ciudades que en el medio rural; un cambio de hábitat acontecido en poco
tiempo, pues a principios del siglo XX apenas el 14% de la gente vivía en
ciudades.
Un ejemplo interesante de esta práctica, bastante
popular en Estados Unidos desde hace algunos años, es Brooklyn Grange,
instalada en la azotea de dos edificios de la ciudad de Nueva York con una
hermosa panorámica sobre Manhattan, donde se producen cerca de 23 mil
kilogramos de vegetales orgánicos cada año. Ese huerto, que nació en el 2010
con la ambición de crear un modelo sostenible de agricultura urbana y
promoverlo en las ciudades, hoy funciona como un negocio rentable que
suministra, al vecindario y a los restaurantes de la zona, sus productos recién
recogidos─
lechugas, pimientos, zanahorias, rábanos, acelgas, coles, hierbas aromáticas y
más de 40 variedades de tomates─, los cuales son ofrecidos tanto de
forma directa como en mercados semanales o pequeños comercios del barrio.
Estos espacios vienen en todas las formas y
tamaños: algunos tienen animales mientras otros entrenan agricultores y aprendices,
y muchos están utilizando cada vez más la hidropónica y otras tecnologías para
aumentar su eficiencia. Un buen ejemplo de esto es la granja Farm Urban en
Liverpool, la cual está utilizando terrenos sobrantes incluyendo el techo de la
Universidad de Liverpool, para acuapónica: un sistema simbiótico hecho por el
hombre donde las plantas y los animales acuáticos pueden alimentarse
mutuamente.
Según Michael Hardman, un reconocido investigador
del tema de la agricultura urbana, las granjas que adoptan un enfoque de alta
tecnología ─por
lo general dirigidas por personas de pensamiento avanzado que usan sus
habilidades para obtener el apoyo de importantes empresas─ están
demostrando ser más sostenibles que las otras. Por ejemplo, la granja The
Biospheric Studio en Manchester, usa la acuapónica para el cultivo de hongos
para restaurantes de cinco estrellas, los cuales pagan un buen precio debido a
que los productos que llevan su etiqueta se han puesto de moda.
Aunque la ciudad siempre dependerá de la agricultura
rural para alimentarse, la importancia de las granjas urbanas no debe
subestimarse, en particular por su capacidad para atacar problemas como la
falta de integración en las ciudades y por lo que aportan en la sustitución de
la contaminación ocasionada por la distribución rural-urbana de la producción
agrícola, lo que hace que su potencial vaya mucho más allá de lo puramente
cuantitativo de la producción agrícola. Ésa es la valiosa opinión de Hardman,
para quien las granjas urbanas juegan un papel fundamental como incubadoras sociales ─unen
las comunidades y conectan las diferentes culturas─, además del impacto
significativo que ejercen en la salud y el bienestar, no solo por la
purificación de la atmósfera urbana sino por facilitar a los ciudadanos el acceso
a alimentos frescos.
Habrá que pensar entonces en la incorporación de
esta interesante práctica en todas las ciudades del mundo, sobre todo porque Naciones
Unidas estima que los casi 4 mil millones de personas que hoy residimos en
áreas urbanas (54% de la población global) se habrán incrementado a poco más de
6 mil millones (66%) en el 2050. Una población cuyas necesidades alimentarias
habrá que satisfacer por diferentes vías sin descuidar la preservación del
planeta.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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