Reconversión urbana y cambio climático
Durante mucho
tiempo, los planificadores urbanos han sabido que las ciudades más densas
registran menores emisiones per cápita de gases de efecto invernadero (GEI) que
las ciudades menos densas, aunque nuevos estudios muestran que la indetenible
extensión de sus suburbios elimina los beneficios climáticos que ello supone,
debido entre otras razones, al diario desplazamiento de sus habitantes para
dirigirse a sus trabajos en las zonas centrales.
En efecto, investigaciones
recientes de varias universidades de los Estados Unidos, han podido establecer
que los suburbios representan el 50% de todas las emisiones de GEI resultantes
de la energía, transporte, alimentos, bienes y servicios consumidos por los
hogares estadounidenses ─las
denominadas huellas de carbono doméstico─, aunque en tales áreas reside menos de la mitad de la
población de ese país. No obstante, un dato relevante a ser tenido en cuenta es
que la variable que produce mayor impacto en el nivel de emisiones es el tipo
de fuente del cual proviene la electricidad, mucho más incluso que la densidad
poblacional y que otros factores como el ingreso familiar, los vehículos y el
tamaño del hogar; todos grandes productores de huellas de carbono cuyos niveles
más altos se registran en los suburbios.
Un interesante
ejemplo sobre cómo resolver el complejo tema, es la opción que está intentando ejecutar
Vancouver, la ciudad más grande de la costa occidental de Canadá, con una
historia urbana que aunque similar a la de muchas otras vale la pena comentar:
durante años, su área metropolitana disfrutó de una extraordinaria geografía
compuesta de valles, costas marinas y deltas de ríos donde se alojaban pequeños
pueblos que, a medida que el centro urbano se expandió, fueron transformándose
en suburbios de la gran urbe en crecimiento, con cifras de población que
sumadas la superan.
Los urbanistas de
Vancouver descubrieron hace unos 20 años que reducir el tamaño de los nuevos apartamentos
y construir vecindarios más densos cerca del transporte público no creó barrios
sostenibles. De acuerdo con los análisis que realizaron, el 43% de quienes
residen en los nuevos suburbios de Vancouver viaja diariamente hacia el núcleo
central para trabajar, atraído por empleos situados a una distancia de sus
hogares de entre 25 y 40 kilómetros, lo cual permite suponer que de continuar
el mismo tipo de dinámica, la red de puentes y autopistas será insuficiente en
10 años, a pesar de su alto nivel de desarrollo.
La solución a la que
llegaron, no es construir ciudades más altas y más compactas; el verdadero
desafío que se plantean es transformar a esos pueblos ─convertidos en suburbios─ en mini-centros urbanos que no solo proporcionen
viviendas más económicas sino que también atraigan servicios, empresas e
industrias capaces de proveer empleos y opciones culturales para que el trabajo
y la recreación se realice cerca de las residencias. Con ello, además de
disminuir el número de viajes al centro de la gran ciudad se mejora la calidad
de los servicios en razón de las economías de escala. Pero sobre todo, los
mueve la noción de que la reconversión de las ciudades tiene que estar
acompañada de tecnologías energéticamente eficientes que contribuyan con la
sustentabilidad tanto local como global.
Con la puesta en
práctica de tales planteamientos, la hermosa ciudad de Vancouver trata de
encontrar maneras de transformar sus suburbios en centros urbanos integrales y
sostenibles. Acercar las zonas residenciales y los empleos significará no solo una
menor huella de carbono, sino también más espacios verdes para nuevos parques,
y la posibilidad de incrementar la agricultura urbana y la producción de
alimentos en proximidad con la ciudad; objetivos todos presentes en los
planteamientos dirigidos a convertir a Vancouver en la ciudad más ecológica del
mundo para el 2020. Un verdadero ejemplo de cómo la reconversión urbana puede
servir para enfrentar la amenaza del cambio climático.
Fernando
Travieso
Magaly
Irady
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