América Latina enfrenta el cambio climático
A pesar de que hasta
diciembre de 2015, cuando se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 21),
en París, los acuerdos vigentes ─Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático y Protocolo de Kyoto─ solo regulaban las emisiones de gases de efecto
invernadero de los países desarrollados, los países de América Latina se han
interesado por el tema desde hace ya varias décadas.
En efecto, entre
1.990 y 2.012, países como Brasil, México, Perú y Colombia hicieron importantes
compromisos para reducir sus emisiones de carbono, en particular mediante la
disminución de la deforestación, lo que permitió restringir la contribución
relativa del sector forestal a las emisiones generales de la región. Otro
aporte significativo fue el que realizaron Uruguay y Chile entre 2.006 y 2.013,
aprovechando el potencial de la energía renovable y reduciendo gradualmente el
aporte de los combustibles fósiles a su red energética.
En ese mismo período,
la capacidad total de energía renovable en Latinoamérica creció más del 270%,
mientras en 2015 ─cuando
por primera vez la inversión en energías limpias en el mundo en desarrollo fue
mayor que en los países desarrollados─, además de Brasil que invirtió US$7.500 millones,
México, Chile y Uruguay, invirtieron más de US$1.000 millones cada uno. Tales
niveles de inversión permitieron que al iniciarse este año, esos cuatro países,
a los que se añade Argentina ─en 2.016, tras el impulso del
gobierno de Macri, las empresas decidieron invertir entre 4 mil y 5 mil
millones de dólares en 5 años, solo para energía solar─, se estén posicionando
para asumir el liderazgo en lo que se
refiere a cambio climático y energías renovables.
Aunque con menores
recursos financieros, otros países también están en la lista de aquellos que
luchan contra el cambio climático con elevado interés. Costa Rica, por ejemplo,
con gran cantidad de iniciativas desde hace mucho tiempo, durante varios meses
del 2016 funcionó exclusivamente con energías renovables, esencialmente
hidráulica, y Honduras fue el quinto país de la región que más invirtió (US$500
millones) en energías limpias en 2015.
Sin incluir a Brasil,
cuyas inversiones son muy elevadas, la curva de crecimiento de la inversión
latinoamericana en estas energías pasó en los últimos tres años de US$6.000
millones anuales a US$9.3000 millones. En
términos de producción energética, el 2015 fue también el año más alto en
instalación de capacidad en energías renovables en la región con 64.000 MW de
energía eólica y 57.000 MW de energía solar fotovoltaica, lo que representó un
aumento de casi 30% con respecto al año anterior.
Además de la
prioridad otorgada a la transformación de su matriz energética, en AL existe
una creciente toma de consciencia sobre el uso sostenible del territorio, la
protección de los bosques y la conservación. Por ejemplo, en diciembre de 2016
en Cancún, México, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad,
Brasil anunció el mayor compromiso de restauración de tierras realizado por
país alguno: sus ministerios de Agricultura y del Ambiente decidieron restaurar
y promover conjuntamente la agricultura sostenible en 22 millones de Ha. de
tierras degradadas. Otras noticias de finales del año pasado fueron una alianza
entre Colombia, Costa Rica y Ecuador para proteger algunas de las aguas
oceánicas más biodiversas, y el plan de Colombia para incorporar la protección
forestal y el reconocimiento de los derechos indígenas dentro de su proceso de
paz con las FARC.
No obstante las
buenas noticias, algunos expertos señalan que todavía falta mucho por hacer en
la región, pues países con
economías importantes como Colombia y Venezuela están todavía a la cola de la
inversión en energías limpias. En el caso de Venezuela, país que está muy
abajo en toda la región latinoamericana no solo en materia de cambio climático
sino de varios indicadores de bienestar, será forzoso iniciar un proceso acelerado
de concientización de su liderazgo político y empresarial y de la sociedad en
general, sobre los impactos negativos del cambio climático, y muy especialmente
sobre la oportunidad que significa aplicar criterios de sostenibilidad para producir
un desarrollo de mejor calidad para todos. Ésa es la noción clave y mientras
creamos que la única forma de generar riqueza es el petróleo estaremos
condenados a no lograrla.
Fernando Travieso
Magaly
Irady
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