Energía solar comunitaria

Los proyectos solares comunitarios se están convirtiendo en la vanguardia en la producción de energía limpia y barata. Con ellos, no solo se apoya la defensa del planeta frente al cambio climático sino se reducen las pérdidas energéticas asociadas a la generación, distribución y transporte de la energía, y se ahorra dinero en el pago de la factura eléctrica.

La iniciativa de instalar granjas de energía solar comunitarias surgió en Estados Unidos hace ya diez años, con el objetivo de que los miembros de una comunidad compartieran los beneficios de esa energía limpia sin necesidad de instalar paneles en sus propiedades; una opción viable para quienes no tienen espacios adecuados para colocar sus propias celdas solares, como por ejemplo los residentes en apartamentos que no disponen de techos donde ubicarlas.

El proceso consiste en el desarrollo de una granja solar a partir de la inversión compartida de residentes y empresas de un determinado lugar. Mediante su inversión, los clientes-socios de la granja adquieren “créditos solares” representados por kWh, cuyo costo ha sido calculado a una tasa fija ─por debajo de la que usualmente pagan a su proveedor de electricidad─, con la garantía adicional de que no aumentará durante el tiempo que dure su asociación al proyecto. Toda la energía producida en la granja se entrega a la red eléctrica para que la compañía eléctrica local la transmita a sus clientes mediante la distribución de los “créditos solares”, lo cual se realiza según la porción que les corresponde de acuerdo a su inversión en el proyecto.

El primer proyecto solar comunitario en Estados Unidos fue puesto en servicio en el 2006 en Ellensburg, y en 2014 existían ya unos 52 proyectos de ese tipo en 17 estados. A principios del año pasado había 25 estados con al menos un proyecto solar comunitario operando, con 91 proyectos avanzando y con 102 megavatios instalados, aunque tal vez el dato más interesante sea que, de acuerdo con la mencionada asociación, en 10 estados se está fomentando abiertamente el desarrollo de la energía solar con el respaldo de leyes.

Es el caso del estado de Nueva York, cuyo gobernador, Andrew Cuomo, aprobó en 2015 la Iniciativa para las Energías Renovables Compartidas, a fin de expandir el acceso a las energías limpias en una entidad que se había quedado rezagada frente a estados tan dinámicos y potentes en el tema como California. Según el gobernador Cuomo, además de  buscar proteger el medio ambiente, la Iniciativa “…ayudará a las personas y comunidades en todo el estado a ahorrar dinero con proyectos locales de energía limpia”.

Cuando se anunció el programa,  Richard Kauffman, Presidente de Energía y Finanzas de New York dijo: “La democratización de la producción de energía permite que los individuos y las comunidades tomen el control de su futuro energético y se den cuenta de los beneficios económicos, sociales y ambientales de la energía solar y otros recursos renovables”. Consideración que reviste, a nuestro juicio, la mayor pertinencia e importancia, toda vez que involucrar y empoderar a la ciudadanía es clave si se pretende realmente transformar el sistema energético en beneficio, no solo de los límites naturales del planeta sino también de la seguridad y expansión del suministro.

Por ahora, la baja en los precios de la tecnología solar y los incentivos del gobierno hacen cada vez más real la posibilidad de adquirirla, al punto de que se estima que en los próximos cinco años el mercado solar comunitario estadounidense agregará 1,8 gigavatios, una cifra impresionante en comparación con los 66 megavatios que había a finales de 2014. Ello disminuirá, a su vez, la dependencia de las energías provenientes de fuentes contaminantes dando paso a un sistema de energía descentralizado, lo cual es clave no sólo para los Estados Unidos sino en general para todos los países.
Fernando Travieso
Magaly Irady

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