Soluciones chinas
El Consejo de Estado chino aprobó en 2002, cinco
décadas después de que Mao Tse-tung lo planteara, el mayor proyecto de trasvase
de agua del mundo. La proeza de ingeniería, llamada “Proyecto de Desviación de Agua
Sur-Norte”, pensada para abastecer las secas áreas del norte del país a partir
de las aguas del río Yangtsé, el más largo de China, es la obra más ambiciosa
emprendida por el ser humano para someter a la naturaleza. Para justificar su
idea, a Mao le bastó afirmar que, "El agua en el sur es abundante, el agua
en el norte es escasa. Estaría bien tomar prestada un poco”.
La Planicie Norte de China es una zona
densamente poblada pero muy árida donde viven unos 440 millones de personas y
se ubica una veintena de ciudades, entre ellas Beijín, con más de 21 millones
de habitantes y Tianjin, con más de 14 millones. En la década de los 90s, la
zona se vio fuertemente afectada por una gran sequía que impulsó de forma
definitiva el proyecto largamente detenido. Tres rutas (central, oriental y
occidental), cada una mayor de 1.000 km de longitud, transportarán el agua
desde el sur mediante un sistema compuesto por una serie de canales, túneles y
el acueducto más moderno del mundo; algo así como abastecer con agua del río Mississippi,
en el sur de Estados Unidos, la densa región noreste de ese país.
La ruta central, de 1.432 kilómetros de
longitud, cuyo funcionamiento comenzó a fines de 2014, surte a Beijín con 500.000
m³ de agua al día, los cuales satisfacen la demanda de unos 5 millones de sus residentes
y se usan también para la irrigación, la actividad industrial, y para
reabastecer algunos de los 400 ríos pequeños y riachuelos de la región de
Beijín que se han reducido enormemente debido al rápido crecimiento urbano.
Cuando el sistema esté operando completamente
serán acarreados entre 12 y 14 mil millones de m³ de agua al año y su costo
superará los 80.000 millones de dólares, el triple del de la represa de las Tres
Gargantas, también en China, la obra hidroeléctrica más grande del mundo. Pero
para completarlo falta construir las rutas oriental y occidental, para lo cual
hay que salvar serios obstáculos; por ejemplo, las dudas sobre la capacidad de
la ruta oriental para suministrar agua potable han hecho que se piense en
desalinizar agua de mar como alternativa, mientras que la ruta occidental ni
siquiera tiene fecha de inicio, toda vez que su construcción, a una altitud
entre 3 mil y 4 mil metros a través de la meseta tibetana, para ayudar a
irrigar la cuenca del río Amarillo, resulta bastante compleja.
Como era de esperarse, la obra ha suscitado
serias y justificadas críticas. Por una parte, se teme que destruya los
múltiples y valiosos ecosistemas asociados a los abundantes y caudalosos ríos
del sur, provocando un severo deterioro ambiental a su paso, y por la otra, se
le acusa de causar el desplazamiento de millones de personas de zonas agrícolas
fértiles ―más de 14 millones ya han sido afectadas por el desvío del río Han,
tributario del Yangtzé y sitio de comienzo de uno de los canales―, hacia
lugares de suelos secos y estériles y de condiciones ambientales desmejoradas,
lo que significará un fuerte impacto negativo para sus vidas, para la
producción agrícola y para la paz social. Aún así, no es de esperar que la
creciente demanda de agua del sediento norte vaya a ceder; por el contrario,
los migrantes que llegan a Beijín desde las zonas rurales, impulsan el
crecimiento de esa ciudad en 1 millón de personas cada dos años, lo cual hace
que el agua disponible escasee cada vez más.
Por ahora, en la búsqueda de soluciones, las
autoridades intentan detener el colapso de la capital, provocado por la
contaminación y la incapacidad de absorber la población de su alrededor,
mediante la conformación de una megalópolis de 130 millones de habitantes que
conectaría Beijín y Tianjin con la provincia de Hebei, a través de un cinturón
de transporte que desde ya se conoce como “Séptimo Cinturón de Pekín”, tema que
comentaremos próximamente.
Habrá que ver si esta nueva solución del
gobierno chino tiene más efectos positivos que negativos. Lo que sí sabemos es
que las soluciones a cualquier costo no han sido muy exitosas en un país donde
la voluntad de seguir creciendo económicamente parece imponerse sobre las consideraciones
de viabilidad y sostenibilidad social y ambiental.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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