De la economía lineal a la economía circular
La
idea de una economía donde los materiales y los recursos son permanentemente
reciclados y no existen desperdicios ni contaminación, ha comenzado a ser tema
de discusión en los principales foros del mundo. Se conoce con el nombre de
“economía circular” y es una filosofía de organización de sistemas que persigue
cambiar la actual economía lineal (producir, usar y desechar) por otra que
funcione de forma circular, tal como ocurre en la naturaleza.
El
origen de este interesante concepto no se remonta a una única fecha o autor,
aunque no puede dejar de mencionarse a tres arquitectos que en los años setenta
del siglo pasado hicieron importantes aportes: John T. Lyle, profesor
estadounidense de arquitectura paisajista, quien comenzó a desarrollar ideas
sobre diseño regenerativo que podían aplicarse a todos los sistemas; Walter
Stahel, quien esbozó la noción de “bucle cerrado” y su impacto en la producción
industrial y fue acreditado como el inventor de la expresión “Cradle to Cradle”
(De la Cuna a la Cuna) referida a una economía del rendimiento; y William
McDonough, también estadounidense, gracias a quien tal expresión ganó gran
notoriedad toda vez que fue coautor de una obra con ese nombre, donde se
plantearon los cimientos de un nuevo paradigma de diseño inteligente basado en
cerrar el ciclo de vida de los productos, lo que representó la
aplicación de la economía circular al mundo del diseño y la
producción industrial.
Posteriormente,
sus aplicaciones prácticas en los sistemas económicos y procesos industriales
modernos cobraron impulso gracias a un pequeño número de académicos, líderes de
pensamiento y empresas y, más recientemente, la Fundación Ellen MacArthur,
creada en 2010, ha promovido la necesidad de acelerar la transición a la
economía circular, para lo cual se ha asociado con empresas como Google, Cisco,
H&M, Intesa Sanpaolo, Kingfisher, Philips, Renault y Unilever, toda vez que
entiende que la innovación empresarial ocupa un lugar central en la transición
a la economía circular.
El
principal atributo de la economía circular es su propósito reparador y
regenerativo, por lo que propone un ciclo continuo de desarrollo positivo que
se fundamenta en tres principios clave: conservar y mejorar el capital natural,
optimizar el uso de los recursos y, fomentar
la eficacia del sistema, reduciendo los daños y los riesgos mediante la
decisión de gestionar una cantidad limitada de existencias y unos flujos
renovables. Además, implica una reconsideración sustancial de los productos,
los materiales y los sistemas de comercio; por ejemplo, los productos son
hechos básicamente a partir de ingredientes benignos no-tóxicos que puedan
regresar de manera segura al suelo o al agua, y en el caso de componentes más
duraderos, ser vueltos a usar una y otra vez, lo que representa una noción que
va más allá de la idea de reciclar. Aunque los ingredientes tóxicos no están
prohibidos, su uso debe limitarse a cuando sea estrictamente necesario o con la
condición de que sean reciclados de manera continua para que no se conviertan
en desperdicios. Por cierto, un elemento clave del proceso es que la energía
necesaria para que todo funcione debe ser renovable.
Un
dato que muestra la factibilidad de la puesta en marcha de este innovador
aporte es que en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, realizado en enero
de este año, se creó un meta-Consejo permanente para definir y acelerar la
idea, con la participación de grandes empresas como Coca-Cola, Dell, Google, IKEA,
Michelín, Dow Chemical, Unilever, Philips y Cisco. Al mismo tiempo, ese Foro
organizó los "Circulares", un premio anual para individuos y
organizaciones que "hayan hecho contribuciones notables para impulsar los
principios de la economía circular, donde el crecimiento no depende del uso de
recursos naturales escasos".
Considerando
la calidad de los actores, implantar la economía circular ha dejado de ser una
utopía y tiene el potencial para convertirse en la gran revolución del siglo
XXI.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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