La resiliencia de los bosques mitiga el cambio climático
Los científicos siempre han sabido que preservar
los bosques húmedos ayuda a mitigar el cambio climático, pero ahora han
descubierto que los bosques tropicales secundarios —aquellos que vuelven a
crecer después de haber sido deforestados— juegan un papel fundamental, pues
capturan el dañino CO2 de la atmósfera a una tasa de alrededor de 11 veces más
rápido que los bosques viejos o primarios.
La revelación llega de la mano de un estudio recién
publicado en la revista Nature, el
cual examinó la recuperación de biomasa de bosques tropicales secundarios
menores de 100 años en América Latina y la comparó con la de bosques antiguos
de varios cientos de años de edad en la misma región. La investigación, liderada
por los profesores Lourens Poorter, Frans Bongers y Danaë M. A. Rozendaal de la
Universidad de Wageningen, en Holanda, donde participaron además 65
investigadores de todo el mundo, ha puesto de manifiesto que los bosques jóvenes
capturan más CO2 que los antiguos porque sus árboles están activamente
creciendo y convirtiendo rápidamente el CO2 en hojas y madera, mientras en los
bosques antiguos, el crecimiento de los árboles es mucho más lento debido a la
falta de espacio, nutrientes y de luz solar.
Según el Dr. Poorter, al tiempo que se reduce la
deforestación es necesario apreciar y valorizar el rol que los bosques
secundarios pueden jugar en nuestro hábitat actual, tan modificado y
fragmentado por nosotros los humanos. Se trata de permitir que nuevos bosques
vuelvan a crecer en los sitios que quedan libres luego que la actividad
agrícola o ganadera ha terminado, ya que, “Después de 20 años, esos bosques
recuperan entre 20 y 225 toneladas de biomasa por hectárea. Esto corresponde a
una captura de 3.05 toneladas de dióxido de carbono por hectárea por año, que
es 11 veces mayor que el índice de captura de los bosques primarios”. Los
investigadores encontraron también que la habilidad de los bosques secundarios
de recuperarse depende principalmente de la lluvia, mientras la fertilidad del
suelo o la cantidad de cubierta forestal en el paisaje circundante tienen menor
peso.
Según el estudio, aproximadamente la mitad de los
bosques tropicales de Centro y Sur América son de antiguo crecimiento y la otra
mitad son secundarios, es decir, reforestados por la naturaleza o por el hombre.
Pero tal vez uno de los mayores aportes del grupo de investigadores sea la
elaboración de un mapa de la región que muestra el potencial de crecimiento de
biomasa sobre el nivel del suelo en un período de 20 años (de acuerdo a la
variación geográfica y climática) y el potencial de captación de CO2 durante la
regeneración del bosque, toda vez que podrá ser usado como apoyo para el diseño
de políticas dirigidas a detener la deforestación y proteger los bosques
tropicales de edad madura, y a promover la regeneración natural de los bosques
secundarios en zonas deforestadas.
Una estrategia con dos vertientes que contribuirá
con la preservación de la biodiversidad y con la mitigación del calentamiento
global ya que, después del mar, los bosques húmedos son los principales actores
en la absorción de CO2 en la Tierra, función que ha disminuido en un 20% debido
a la deforestación, con graves implicaciones en el cambio climático.
Para el profesor Frans Bongers, coautor del
estudio, “La regeneración natural de los bosques secundarios (…) es una
solución barata y basada en la resiliencia de la naturaleza”. Habría que
plantearse entonces que tal estrategia merece mayor atención por parte de los
organismos locales, nacionales e internacionales encargados de la toma de
decisiones en el tema, ya que no sólo resulta menos costosa que la restauración
forestal activa, sino muy especialmente porque implica una relación de
cooperación con la naturaleza.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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