Después de París, los tribunales
Los ciudadanos tienen un papel protagónico que
jugar para asegurarse el cumplimiento de los acuerdos derivados de la Cumbre de
París 2015 ya que, a pesar de la importancia de lo que allí se suscribió, no se
incluyeron —por ahora— penalizaciones legales que obliguen a las naciones a
cumplir sus metas de reducción de emisiones.
Tal vez por eso muchos ambientalistas creen que
ahora le toca el turno a la justicia, lo que significa que los gobiernos de los
países que no cumplan con los compromisos podrán ser llevados a juicio por sus
propios ciudadanos, lo cual si bien no es común, tiene antecedentes. En efecto,
a mediados del año pasado, el grupo ambientalista holandés Fundación Urgenda, abrió
un camino hasta entonces insospechado: lograr que un tribunal de la Haya
sentenciara a favor de casi 900 ciudadanos que 2 años antes habían introducido
una denuncia donde le exigían al gobierno incrementar sus esfuerzos de
reducción de emisiones. El juez dictaminó, efectivamente, que el planteamiento
del gobierno de reducir las emisiones en un 17% (en comparación con los niveles
de 1990) era insuficiente para tratar de limitar el aumento de la temperatura
global a 2°C, por lo cual debía incrementarse hasta el 25% en los próximos
cinco años. En la paradigmática sentencia, el juez Hans Hofhuis argumentó: "El
Estado no se puede esconder tras el argumento de que la solución al cambio
climático no depende sólo de los esfuerzos del gobierno holandés. Cualquier
reducción de emisiones contribuye a la prevención de un cambio climático
peligroso y, como una nación desarrollada, Holanda debería liderar este
campo".
Casos similares han ocurrido en Bélgica, Filipinas
y Nueva Zelanda, aunque se piensa que la avanzada legal se incrementará una vez
que los acuerdos de París se hagan operativos en el 2020. El tema es que la
justicia, por su capacidad democrática de movilización de la opinión pública, puede
convertirse efectivamente en un vehículo para proteger a los ciudadanos de los
efectos del cambio climático si los gobiernos no hacen lo suficiente para cumplir
con las metas acordadas. Ello sería posible además porque aunque los acuerdos
no estipulan sanciones para los incumplimientos, sí exigen que los países
informen sobre sus emisiones y sus acciones para reducirlas; normas de
transparencia que permitirán que la opinión pública esté informada y pueda
actuar en caso de faltas a los compromisos.
En estos momentos, el tema acerca de cómo las
políticas sobre el cambio climático cumplen con el deber de los gobiernos de
proteger a sus ciudadanos, comienza a ser motivo de debate en algunos ambientes
especializados en legislación ambiental en los países desarrollados y se piensa
que la balanza tenderá a inclinarse a favor de las personas. En tal sentido, Lucas
Bergkamp, socio del bufete Hunto & Williams, con sede en Washington,
comenta que al aumentar la percepción de los tribunales acerca de que el cambio
climático es una amenaza existencial, y de que las políticas gubernamentales
son insuficientes, los jueces se inclinarán cada vez más a decidir a favor de
los activistas climáticos, porque de no hacerlo arriesgamos seriamente la
permanencia humana en el planeta; según Bergkamp, ése es el enfoque adecuado.
Sin embargo, algunos países tienen sistemas legales
que hacen que tales demandas sean menos probables. En el Reino Unido, por
ejemplo, los casos que se llevan a los tribunales nacionales tienen que estar
basados en leyes nacionales y en los Estados Unidos, la doctrina política
tradicional alienta a los tribunales federales a no interferir con los otros poderes.
Pero más allá de las limitaciones y obstáculos que
habrá que salvar, el incremento de los niveles de conciencia de la ciudadanía
sobre los graves peligros del cambio climático —lo cual está ocurriendo
globalmente— proveerá la energía necesaria para que los instrumentos de control
de emisiones funcionen.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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