Desigualdad y pobreza agudizan los riesgos climáticos en ALC
Los efectos
del cambio climático se dejarán sentir con intensidad en la región de América
Latina y el Caribe (ALC). Aunque el clima regional ya comenzó a registrar
transformaciones y se enfrenta a múltiples riesgos como ciclones tropicales,
inundaciones, sequías y oleadas de calor, para las próximas décadas se esperan
impactos más severos que tendrán consecuencias en la salud de la población, sus
medios de subsistencia, la situación económica, el medioambiente y la
disponibilidad de recursos naturales.
Para identificar
los niveles de afectación de los países de ALC, la empresa asesora de riesgos
globales
Maplecroft, con el patrocinio de
la Corporación
Andina de Fomento CAF, aplicó en
2014 el interesante indicador conocido como Índice de Vulnerabilidad al Cambio
Climático (IVCC). El criterio de fondo del indicador es que tal vulnerabilidad es un asunto multidimensional que está
sujeto a la influencia de un cúmulo más amplio de factores subyacentes. Es
decir, se piensa que la consecuencia de los impactos físicos del fenómeno va
más allá de la exposición de un país a las variaciones climáticas, toda vez que
involucra también la sensibilidad intrínseca de la población y la capacidad
institucional para poner en marcha medidas efectivas de adaptación. Por tanto,
es posible reducir la vulnerabilidad disminuyendo la sensibilidad de la
población afectada y mejorando la capacidad de adaptación de la sociedad al
cambio climático, pero lograrlo implica comprender el contexto social,
económico, político y ambiental del país y sus sistemas, ya que son clave en
sus posibilidades de adaptación futura para preservación del hábitat.
En líneas
generales, a partir del análisis realizado se advierte que más del 50% de la
población de ALC reside en países con riesgos altos o extremos de
vulnerabilidad, con el agravante de que esos mismos países generan cerca de la
mitad del PIB de la región, aunque tal vez uno de los aportes más importantes
fue el constatar que los países con escaso desarrollo socioeconómico presentan
los mayores grados de vulnerabilidad; en efecto, la vulnerabilidad extrema se
concentra en los países dependientes de la agricultura y zonas urbanas
deprimidas en las naciones insulares más grandes del Caribe y en Centroamérica,
las cuales registran alto grado de exposición relativa, con excepción de Panamá
(riesgo medio) y de Costa Rica (riesgo bajo). En particular, destaca Haití,
cuyos retos económicos, políticos y sociales representan los mayores riesgos de
la región y es probable que este país sufra las mayores adversidades por causa
de los impactos del cambio climático, en razón de su muy escasa capacidad para defenderse
ante los fenómenos extremos o incluso los cambios graduales.
Por su
parte, en Suramérica sobresalen Paraguay y Bolivia —con dos de los menores PIB
per cápita de la región— como las naciones más vulnerables al cambio climático,
si bien en Venezuela, Ecuador, Colombia, México y Perú también existen grandes
extensiones de territorio con elevados niveles de vulnerabilidad.
Vale destacar la elevada vulnerabilidad de las ciudades capitales de la región —centros
de la gobernabilidad nacional e impulsoras del desarrollo— toda vez que el 48%
de ellas se ubica en la categoría de riesgo extremo, mientras el 52% restante
quedó clasificada como en riesgo alto o medio y ninguna en riesgo bajo. En esas
capitales están algunas de las ciudades más grandes del mundo, como Ciudad de México
y Buenos Aires, aunque las perspectivas de capacidad adaptativa que muestran, moderan
su grado de vulnerabilidad. Aun así, la situación puede adquirir rasgos de
gravedad ya que se estima que una proporción significativa del crecimiento
futuro ocurra precisamente en zonas urbanas vulnerables.
Una realidad que no podrá ser ignorada por los
gobiernos durante mucho tiempo salta a la vista: la pobreza, la desigualdad y
las altas tasas de urbanización constituyen factores que incrementan la vulnerabilidad
de la población de ALC al cambio climático, por lo que, para lograr una
adaptación exitosa, será indispensable no sólo desarrollar procesos económicos
eficientes y sostenibles que incluyan a los sectores urbanos y rurales excluidos
hoy, sino un fortalecimiento de las capacidades institucionales y técnicas que
permitan sostenerlo.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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