La vida interconectada
Los cambios que los avances tecnológicos están
introduciendo en nuestro hábitat son impresionantes. Uno de ellos, la
interconexión digital de objetos a través de Internet, nos hará más fácil la
vida al proporcionarnos una información sin límites sobre el mundo que nos
rodea. Es lo que se conoce como Internet de las Cosas, concepto propuesto por
primera vez en 1999 por Kevin Ashton, de la Universidad de MIT, en Boston.
Más pronto de lo que nos imaginamos llegará el día
cuando todos los objetos a nuestro alrededor estén conectados a Internet y
equipados con dispositivos de identificación y sensores mediante los cuales
puedan transmitir y/o recibir información para ser procesada y gestionada por
otros equipos o por las personas. Ello implica que todo objeto puede ser una
fuente de datos y que su “comportamiento” puede ser monitoreado a través del
tiempo y el espacio; es decir será posible conocer no sólo su ubicación exacta,
sino las cantidades que de ellos tenemos, su calidad, su caducidad, si están
encendidos o apagados y un sinfín de datos más. Por ejemplo, un botiquín con
las medicinas de consumo rutinario nos brindará información sobre el stock
existente, las medicinas faltantes o caducadas, cómo se consumen o dónde se
compran.
Gartner Technology Research, empresa especializada
en información y análisis tecnológico para potenciales usuarios, proyecta que
la cantidad de objetos conectados en la Internet de las Cosas aumentará 30
veces en la próxima década, creciendo desde alrededor de 900 millones de
objetos conectados en el 2009 a casi 30.000 millones para el 2020; además
estima que para el 2030 estarán codificados alrededor de 100.000 millones de
objetos con capacidad para seguir sus movimientos.
La
idea, realmente sencilla, puede resultar increíblemente compleja aplicada al
mundo real, toda vez que transformará no sólo la manera como nos relacionamos
con los objetos de nuestra cotidianeidad, tanto en el ámbito privado como en el
público, sino precisamente las características de esos lugares, toda vez que las
viviendas, las ciudades y demás elementos que conforman nuestra vida serán
inteligentes. En el caso de las ciudades, por ejemplo, esta tecnología
permitirá, entre otras cosas, la gestión inteligente de los sistemas de
transporte y tráfico y de provisión de los servicios de agua, energía e
iluminación, facilitando en todo momento el logro de altos niveles de ahorro y
eficiencia.
En realidad, más allá de
significar el desarrollo de nuevos servicios, la Internet de las Cosas
implicará la creación de un novedoso ecosistema de innovación que abarcará un
amplio espectro del escenario socioeconómico, con impactos profundos y directos
en sectores como el educativo, sanitario, financiero y productivo, en los
cuales supondrá una manera diferente de hacer las cosas que implicará ahorros
de costos y de tiempo en todos los procesos asociados.
Un punto clave del origen de
todo esto es, sin lugar a dudas, el desarrollo y extensión de la Internet desde
los computadores personales hasta los teléfonos inteligentes y tabletas, lo que
permitió que la capilaridad de la red —capacidad para ramificarse
progresivamente— creciera de manera impresionante, estimándose que podría
llegar hasta límites insospechados con toda una avalancha de dispositivos “vestibles”
—los ya conocidos wearables entre los
que destacan, los relojes inteligentes de Apple y los Google Glass o lentes
inteligentes de Google— y un sinfín de sensores y equipos de toda índole con
capacidad de conexión, de recibir, emitir e incluso analizar datos, que surgen
cada vez más y cuyo uso apenas comienza.
Se piensa que la Internet de
las Cosas tendrá un impacto social y económico hasta diez veces mayor que
el que tuvo Internet en sí mismo, con el potencial de generar un mercado de 19
billones de dólares. Por cierto que el sector de la salud será uno de los
primeros en beneficiarse con estas aplicaciones tecnológicas, toda vez que los
médicos han detectado rápidamente su utilidad para mejorar algunas de sus
actividades. Un ejemplo interesante que salió publicado en una Web española justo
el día que escribíamos este artículo, hace referencia a la participación de
algunos hospitales españoles en una experiencia promovida por un laboratorio que
está desarrollando un software para el uso médico de los lentes inteligentes,
mediante el cual un cirujano que está operando puede grabar la operación
mientras la muestra en directo a una clase de estudiantes, y además consultar
al mismo tiempo los exámenes diagnósticos o el historial del paciente.
En fin, una tendencia que
marca nuestro presente y permite vislumbrar una transformación profunda en el
futuro cercano. Una era donde buena parte de nuestra vida estará
interconectada, en la cual, si bien tendremos más control sobre nuestros
objetos, posiblemente también estemos más controlados.
Fernando Travieso
Magaly Irady
Me encanta leer sus trabajos...
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