Aire comprimido en vez de baterías eléctricas
Uno de los retos aún
sin resolver en el uso del viento y del sol como fuentes de energía es el
almacenaje, toda vez que también se requiere disponer de ellas en los momentos
cuando no se produce, es decir, cuando el sol deja de brillar y el viento de
soplar. Hoy en día existen diferentes sistemas de almacenamiento cuyo uso
depende de los requerimientos particulares que se tengan, entre ellos, alcanzar
mucha potencia en poco tiempo, ganar
tiempo de energía o mejorar la calidad del servicio y dar estabilidad a la red.
Hace apenas un mes,
la Fundación para la Investigación Científica e Industrial SINTEF, la mayor
organización independiente de investigación de Escandinavia, con sede en Oslo,
Noruega, informó algunos avances de su proyecto de investigación denominado
RICAS 2020, el cual se propone crear enormes baterías capaces de reservar
energías renovables, a partir del almacenaje de aire comprimido en
cavernas en desuso, selladas.
El método, conocido
como CAES (por sus siglas en inglés, Compressed
Air Energy Storage), guarda el aire a altas presiones en depósitos subterráneos
naturales o artificiales (minas abandonadas, cavidades rellenas en soluciones
minerales o acuíferos) durante las horas de baja demanda; posteriormente el
aire es liberado y su expansión permite mover una turbina generadora para
alimentar la red eléctrica en las horas de alta demanda. Aunque su uso no es
nuevo ─en 1973 se instaló en Alemania la primera planta de almacenamiento de
energía en aire comprimido haciendo uso de las cuevas naturales del subsuelo, y
al poco tiempo se instalaron plantas similares en Estados Unidos─ las
instalaciones en funcionamiento muestran una escasa eficiencia energética
debido a que pierden gran
parte de la energía potencial del aire comprimido porque no incorporan un
sistema para almacenar el calor producido durante la etapa de compresión de
aire.
Ésa es la razón por
la cual en los últimos 15 años se ha invertido mucho dinero buscando
desarrollar versiones de mayor eficiencia. La buena noticia es que RICAS 2020
parece haber conseguido la fórmula para reducir las pérdidas en el
almacenamiento, mediante la incorporación de una cámara llena de roca triturada
que se calienta a medida que el aire se comprime y es capaz de retener una gran
porción de ese calor y usarlo luego para volver a calentar el aire cuando
regresa para ser utilizado para generar electricidad. El director del proyecto
de SINTEF, Giovanni Perillo, afirma que esa tecnología podría elevar la
eficiencia del sistema hasta un 70-80%, siendo que las cifras correspondientes
a la mayoría de los sitios de almacenamiento existentes no son mejores del 45-55%,
lo que significa que la energía producida es sólo la mitad de la que se utilizó
inicialmente para comprimir el aire en la caverna.
Los científicos
europeos que participan en el proyecto tienen en mente que la gran cantidad de
cavernas en desuso, existentes en el mundo, son potenciales lugares de
almacenamiento. Ellos piensan que la solución que están desarrollando ofrecerá
un mejor almacenamiento de energía que el proporcionado por las baterías,
gracias a su mayor vida útil y menor costo por kWh de energía almacenada, y
esperan que el sistema pueda ser empleado con independencia del tipo de
formación geológica disponible.
El éxito de RICAS
2020 abrirá extraordinarias posibilidades, no solo para el almacenamiento de
energía, sino también para nuevas e innovadoras aplicaciones industriales del
aire comprimido. Además, la experticia de sus investigadores en tecnología subterránea
y de materiales contribuirá no solo a encontrar los materiales más adecuados
para el sellado hermético de las cavernas, sino también aquéllos capaces de
soportar de manera óptima las presiones a las cuales serán expuestos, por
tiempo indefinido.
En resumen, un
proyecto con potencial para constituir un gran avance en el tema, sobre todo si
logra que las plantas de almacenamiento puedan establecerse en una amplia gama
de condiciones geológicas.
Fernando
Travieso
Magaly
Irady
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