¿Dará Trump dar marcha atrás en el tema ambiental?
El 28 de marzo, el
presidente Trump firmó una orden ejecutiva que levanta la moratoria dictada el
año pasado por el Departamento del Interior de la administración Obama,
dirigida a limitar la adjudicación de nuevos contratos de arrendamiento de
carbón en tierras federales, con el objeto de revisar los impactos generados
por la quema de ese combustible fósil sobre el cambio climático. La disposición
dio inicio también a la revisión del Plan de Energías Limpias de Obama,
referido a la restricción de las emisiones de CO2 proveniente de plantas
movidas con carbón.
Al día siguiente, según
informó la revista Time, varios grupos ambientalistas entraron
en acción. Se trata del Sierra Club y del Centro para la Diversidad Biológica
quienes, aliados con la tribu indígena americana Cheyenne del Norte, solicitaron
a una corte federal el bloqueo de esa orden presidencial, toda vez que, en su
opinión, el levantamiento de la moratoria empeorará el cambio climático y
permitirá que el carbón sea vendido a precios inaceptablemente bajos.
Por su parte, una
coalición de 16 estados y el Distrito de Columbia, encabezada por Nueva York,
dijo que se opondrá a cualquier acción para eliminar el Plan de Energías Limpias,
al tiempo que las alcaldías de las principales ciudades se están manifestando
de manera similar. Un poco antes, una encuesta conducida por Associated Press y
la Universidad de Chicago reveló que el 71% de los estadounidenses quiere que
su gobierno actúe para controlar el cambio climático e incluso están dispuestos
a pagar para financiar tales acciones.
Una semana más
tarde, la Agencia Reuters informó que las grandes empresas estadounidenses del
carbón aconsejaron al presidente Trump olvidar su promesa de campaña de
retirarse de los Acuerdos de París y, por el contrario, asegurar en ellos un
lugar para el desarrollo de plantas eléctricas carboníferas bajas en emisiones,
así como financiamiento para el desarrollo de tecnologías para la captura y
almacenamiento de CO2. Aunque todas esas
posiciones llaman la atención, ninguna tan impactante como la de muchos de los
obreros carboníferos desempleados, quienes han expresado que quieren volver a
trabajar pero en empleos del futuro y no del pasado; en empleos que no afecten
su salud y que no interfieran con el desarrollo del turismo en sus regiones.
Paradójicamente fue a ellos a quienes se refirió Trump cuando en el momento de
firmar la decisión dijo, "Devolveremos a nuestros mineros al trabajo".
Por su parte, los
analistas económicos consideran que los esfuerzos para revivir la industria del
carbón van a fallar porque importantes sectores de la economía estadounidense
ya se han cambiado a energías renovables, las cuales generan el doble de empleos
que el carbón; además las energías limpias son totalmente autónomas y
descentralizables, lo que las hace inmunes a decisiones que no provengan de sus
usuarios y porque muchas de las políticas ambientales son atribución de las
gobernaciones y las alcaldías. Incluso Exxon Mobil, la empresa petrolera más
grande del mundo, ha expresado que no quiere que el Presidente Trump abandone
el acuerdo global sobre el clima alcanzado en París; así lo manifestó en la carta
enviada el pasado 22 de marzo a la Casa Blanca, en respuesta a la petición que
les hizo la administración dirigida a conocer la opinión de la empresa sobre el
referido acuerdo.
Habrá que esperar a
finales de mayo próximo, cuando se reúnan los líderes del Grupo de los Siete, para
saber cuál será la decisión final de Estados Unidos en torno a su permanencia
como parte de los acuerdos globales sobre cambio climático. Mientras tanto
parece que no será fácil para la administración Trump dar marcha atrás en el
tema.
Fernando
Travieso
Magaly
Irady
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