Más allá del petróleo
Si bien las grandes compañías petroleras tienen
años incursionado en el negocio de las energías limpias, su foco había sido el
etanol y otros biocombustibles; sin embargo, en el momento actual
─caracterizado por bajos precios del crudo y por proyecciones de crecimiento de
las renovables─, están dirigiendo sus inversiones al núcleo de la industria de
las energías verdes, lo que parece indicar que se preparan para enfrentar una
matriz energética futura con poca participación de combustibles fósiles, para
lo cual no tienen otro camino que diversificar su portafolio.
La industria petrolera comenzó a invertir en
energías limpias en los años setenta, cuando la crisis del sector llevó a Exxon
a explorar el potencial de la energía solar, aunque eventualmente se decidieron
por los biocombustibles, más en línea con su negocio tradicional. Pero a medida
que las energías del sol y del viento y otras formas de energías limpias se
hacen más viables, las inversiones se dirigen cada vez más hacia ellas. No
obstante, como las petroleras saben que es difícil asociar los valores de
preservación ambiental con sus marcas, en su mayoría han optado por desarrollar
una estrategia basada en comprar compañías de energías renovables o por la participación
accionaria en ellas.
Por ejemplo, Total, el gigante francés,
anunció recientemente la compra del fabricante de baterías Saft Groupe, por un
monto de 1.100 millones de dólares, la cual complementa su adquisición de la
mayoría de acciones del fabricante de paneles solares Sun Power, realizada en 2011 por 1.400 millones de
dólares, considerada la mayor inversión de la industria petrolera en energías
renovables. Con esa transacción, Total se convirtió en líder mundial entre los
desarrolladores de infraestructuras solares, con 5 GW instalados de esa
energía. Según señalan voceros de Total, “Saft nos permite añadir soluciones de
almacenamiento de energía eléctrica, necesarias para el futuro crecimiento de
las energías renovables”.
Otras dos empresas que han optado por la misma
estrategia son Exxon Mobil, quien anunció su asociación con una compañía que captura
emisiones de dióxido de carbono de las centrales eléctricas, y Enbridge, la
compañía canadiense de oleoductos, quien pagará 218 millones de dólares por la
adquisición de granjas eólicas costa afuera, a fin de duplicar su capacidad de
generación de energía renovable.
Por su parte, la inglesa British Petroleum BP decidió
no solo invertir en nuevas empresas de renovables sino producirlas directamente,
al punto de que hoy en día es una de los principales fabricantes de energía
eólica en Estados Unidos, donde participa en 16 parques eólicos. Por cierto que
esta empresa asumió desde 2001 un slogan publicitario que identifica sus siglas
BP como Beyond Petroleum, con el objeto de enfatizar el compromiso de la
compañía de ir “más allá del petróleo”.
No obstante las grandes transacciones
realizadas recientemente por éstas y por muchas otras industrias para avanzar
en el negocio de las renovables, por ahora y de acuerdo a los estándares de la
industria petrolera, las inversiones son todavía pequeñas; incluso la suma que Total
pagó por Saft ─un récord para la industria de almacenamiento de energía─ representa
sólo una pequeña fracción de los 120.000 millones de dólares en las que se
estima el valor de mercado del gigante petrolero. Además, algunos analistas creen
que es demasiado temprano para afirmar que ésas y otras inversiones representan
un cambio profundo en la política de las compañías petroleras, toda vez que la
diversificación que ha ocurrido podría ser una respuesta coyuntural ante la
escasez de un recurso.
Ojalá se cumplan las previsiones de expertos y
organismos internacionales sobre la llegada de una era más allá del petróleo.
Sobre todo ahora que se inicia la era Trump.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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