Uber: ¿solución o problema?
Uber es el nombre de una startup estadounidense que mediante una aplicación móvil, permite acceder a una red de transporte que conecta a personas interesadas en trasladarse a algún lugar con conductores de vehículos que se han registrado previamente en la red con la intención de prestar el servicio. Esta polémica empresa, cuya globalización ocurrió en menos de cinco años ofrece hoy sus servicios en cerca de 300 ciudades de 45 países distintos, entre las cuales destacan Tokio, Shangai, Calcuta, Roma, París, Moscú, Londres, Berlín, Bogotá, Washington, Chicago y Nueva York.
A principios de 2009, Garret Camp un emprendedor canadiense de 36 años y
Travis Kalanick, también
emprendedor de 38 años, ingeniero de telecomunicaciones y actual Director
General de Uber, junto a dos jóvenes más, reunieron 250 mil dólares de un fondo
semilla para poner en marcha el proyecto. Se localizaron en Silicon Valley,
donde funciona la sede principal de la empresa, y un año más tarde tenían lista
la aplicación; con apenas 30 carros
comenzaron a operar en la ciudad de San Francisco e inmediatamente cerraron
otra ronda de financiación de 1.250.000 dólares con tres fondos de capital
riesgo norteamericanos. A partir de 2010 diversificaron los servicios que
prestan: incluyeron la posibilidad de compartir el viaje con otras personas, ampliaron
los tipos de vehículos disponibles permitiendo que el cliente escoja el que
desee y ofrecieron tarifas de bajo costo. Un año después ya se había expandido
a 35 ciudades en Estados Unidos y dieron el salto a otros países, donde no han
dejado de crecer, al punto de que su valor de mercado, que a comienzos de este
año era de 40 mil millones de dólares, alcanzó en mayo pasado los 50 mil
millones, el doble del de Twitter.
Para hacer uso de este
popular y controvertido servicio de taxi alternativo que compite con los taxis
tradicionales conectando directamente a pasajeros y conductores, el usuario requiere
un teléfono inteligente o una tableta para descargar la aplicación. Luego de
realizado el registro, el cual solicita una serie de datos que incluyen si los
servicios se pagarán con tarjeta de crédito o Paypal —únicas formas de pago aceptadas—, el usuario debe permitir
ser ubicado mediante geolocalización para que el sistema pueda enviarle el vehículo disponible más cercano, de acuerdo al
servicio seleccionado. La
aplicación hace una estimación del costo del traslado y al completar el
recorrido se realiza el pago incluyendo el porcentaje que corresponde a la
comisión que va a Uber.
Desde su nacimiento, Uber ha
generado numerosas disputas en las ciudades donde ha llegado, siendo blanco de
los ataques de muchas asociaciones de taxistas y de los responsables de regular
esos servicios, toda vez que, sin lugar a dudas, ha provocado un cambio disruptivo en la manera de ver
el negocio y por tanto la industria del taxi, la cual se siente amenazada y en
riesgo de tener que competir en el mismo espacio urbano. Por ejemplo, en España,
en diciembre pasado, un tribunal prohibió su funcionamiento en un juicio por
competencia desleal interpuesto por dos asociaciones de taxistas, decisión que
espera ahora que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea determiné si Uber
es una empresa de transporte o una compañía de servicios de la sociedad de la
información, con lo cual se validará o no la prohibición española: si el
tribunal europeo determina que es una empresa que presta servicios
informáticos, deberán aplicarse entonces las leyes comunitarias, según las
cuales ese tipo de empresas pueden funcionar libremente en todos los países de
la Unión Europea.
Sin embargo, todo parece indicar que más temprano que
tarde Uber y otros sistemas similares terminarán imponiéndose en muchas
ciudades como forma de mejorar las opciones de transporte urbano y por tanto la
calidad de vida. Muestra de ello es lo que está ocurriendo en la ciudad de
Nueva York, donde en apenas cuatro años circulan por sus calles casi 15 mil vehículos
con la “U” blanca en el parabrisas, frente a los 13.500 que llevan pegado en el
capó el emblema que certifica que es uno de los icónicos taxis amarillos
neoyorkinos. En esta ciudad, con el argumento de que congestiona el tránsito de
la ciudad, los gremios de taxistas junto al alcalde Bill de Blasio también han
venido librando una dura batalla contra Uber, aunque hace apenas unos días el
alcalde decidió pactar una tregua de cuatro meses, tiempo durante el cual
elaborarán un estudio conjunto de congestión del tráfico, después del cual
decidir las regulaciones necesarias.
Aunque seguramente el conflicto continúe en otros
lugares, las soluciones aportadas por las tecnologías de la información parecen
tener el potencial para impactar favorablemente la sostenibilidad de las
ciudades y con ello la vida en el planeta; los problemas que se generen con su
uso seguramente se podrán resolverse.
Fernando Travieso
Magaly Irady
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